Telma radica en Miami desde 2019. Partió de Masaya junto a su hijo mayor y dos sobrinos que estaban bajo su custodia cuando estallaron las protestas de abril de 2018 en este departamento al sur de Managua.
Su hijo de 21 años estaba cursando el último año de una licenciatura en una universidad pública de Managua y los primos de él, de 17 y 20 años, estudiaban en Masaya cuando ocurrieron las masacres provocadas por policías y paramilitares.
Si bien los dos sobrinos de ella no participaron directamente, entraron en conflicto cuando los sandinistas quisieron reclutarlos para desmontar las protestas junto a policías y civiles armados organizados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
“Entonces viene el secretario político del barrio a decirles que se sumen a las brigadas de la Juventud Sandinista, que les van dar a trabajo, salario y armas para matar a los muchachos. Mis sobrinos les dicen que no y eso bastó para que los declararan golpistas”, dice Telma desde Florida.
Huir a Costa Rica en busca de preservar la libertad
La historia de su hijo fue más activa: se enroló en las protestas en la universidad pública, fue a marchas y publicó en redes su condena a la dictadura sandinista que ya llevaba cientos de asesinatos de estudiantes, civiles y campesinos.
“A mi hijo si tenían razones, por así decirlo, de buscarlo por rechazar las zanganadas que estaban haciendo esos malditos perros, por eso lo saqué de primero a Costa Rica donde su tía”, cuenta Telma.
Posteriormente sacó a sus dos sobrinos y se fue a Costa Rica para reunirlos con su hijo, pero estando allá su familia le comunicó que a ella también la andaban buscando los policías y orejas para acusarla de “golpe de estado”.
“No quedó de otra que estar un tiempo en San José y luego salir por tierra a México y venir a Estados Unidos donde un pariente al que recurrimos para iniciar el proceso de migración aquí”, narra Telma, quien se queja de la dureza del viaje y el trauma de la migración.
Reunificación gracias al parole
A cinco años de aquella salida, ella y su familia han logrado asentarse y rentar un apartamento en medio de traumas por la separación de su familia.
Desde el 5 de enero, cuando la administración del presidente Joe Biden aprobó un parole humanitario para nicaragüenses, cubanos y haitianos, ella logró reunir a la familia y ahora todos residen en Florida.
Con el parole mandaron a traer a su esposo, a su hermana (la mamá de los dos estudiantes) y al cuñado. Ahora hay más familiares que desde Nicaragua le piden abogar por ellos para sacarlos del país, pero Telma dice que con mucho pesar les ha tenido que decir que no.
No hay cama para tanta gente
“Yo ya no puedo, no gano lo suficiente para justificar su traída y ese es un requisito, demostrar capacidad económica para traerlos por parole, el apartamento es pequeño y ya nos subieron la renta, así que de momento yo les digo que no puedo, pero he pedido a otros amigos y vecinos ayuda, pero no he podido lograr que me apoyen”, cuenta Telma.
No solo ella se ha enfrentado a ese muro.
Muchas familias nicaragüenses que residen en Nicaragua y quieren llegar a Estados Unidos mediante un patrocinador del parole, se encuentran con que muchos familiares rehúsan apoyarlos, salvo a los más cercanos del núcleo familiar como hijos o padres.
“A mí, mi tío me dijo que no podía. Que el parole es como servir de fiador en un préstamo porque obliga al patrocinador a garantizar la manutención del migrante y él dice que no tiene tantos recursos para mantener a más gente allá”, cuenta Raquel, estudiante universitaria de la UCA.
Roberto, electricista de Managua, también ha encontrado dificultad para conseguir un patrocinador para él y su familia. “Yo al inicio pensé en vender la casa y salir por tierra a México, pero tuve miedo de perder todo y no pasar. Cuando aprobaron el parole le pedí a mi hermano que me echara una mano, él vive en Orlando, pero me dijo que su prioridad era traer a su mujer y sus hijos”, cuenta.
“Y no lo culpo, la verdad es que uno quiere reunir a su familia más cercana, hijos y padres, esposas, ya los tíos, hermanos, otros parientes pasan a segundo plano”, se queja por WhatsApp.
Parole frenó la migración irregular de nicas
El 5 de enero pasado, el presidente Joe Biden extendió el programa de parole humanitario, que había sido aprobada en noviembre de 2022 para ciudadanos venezolanos, a inmigrantes de Haití, Cuba y Nicaragua.
El programa humanitario requiere que los beneficiados cuenten con un patrocinador en Estados Unidos que les brinde respaldo financiero y someterse a procesos rigurosos de control y evaluación de tipo biométricos y biográficos de seguridad nacional y seguridad pública.
El proceso, desde entonces, ha ido avanzando y ha servido para frenar la llegada de migrantes de esos cuatro países a la frontera sur de Estados Unidos desde México.
Solo en marzo Estados Unidos otorgó el parole humanitario a 27,783 cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos para ingresar al país.
El Servicio de Aduanas y Protección de Frontera de Estados Unidos (CBP, en inglés) divulgó las cifras este lunes destacando que, tras la extensión del programa humanitario en enero de este año, los encuentros de cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos en la frontera suroeste registraron una caída del 72%.
Detalló que los encuentros en los puertos de entrada en la frontera suroeste se redujeron de 1,231 en un promedio de siete días desde el 5 de enero a 339 en un promedio de siete días al 31 de marzo. Los encuentros únicos de venezolanos, que incluyen a personas que no se han hallado en la frontera en los 12 meses anteriores, totalizaron 3,197 en marzo pasado, 319 haitianos, 164 nicaragüenses y 147 cubanos.
Negativas, estafas y desesperación
Una familia opositora que radica en Houston, Texas, donde se asilaron por la represión sandinista, dice que una red de nicaragüenses ha tratado de buscar apoyo para traer a más familias en riesgo, bajo el programa del parole, pero han encontrado obstáculos.
“Da pena decirlo, pero a veces los mismos nicaragüenses no quieren ayudar a otros nicaragüenses. Hemos encontrado más apoyo en iglesias locales y organizaciones de Venezuela y México que nos ha ayudado a reunificar familias, pero las familias nicas aquí optan solo por traer a su familia”, dice Aida, cabeza de la familia.
En el proceso, algunos han querido hasta aprovecharse de la desesperación para estafar o ganar algún dinero.
Un migrante que ya está en Estados Unidos por parole, gracias al apoyo de un antiguo jefe suyo, cuenta que él pidió a un pariente que lo pidiera bajo el programa y que le pagaría 1,500 dólares, pero este le pidió 10 000 dólares de pago como condición.
Dictadura convirtió a Nicaragua en país de migrantes
Antes del parole, Nicaragua estaba sufriendo un éxodo: entre 2018 y 2022 se fueron 604, 485 nicas. Solo en 2022 migraron 328, 443, principalmente a Estados Unidos y Costa Rica, calculó el investigador Manuel Orozco, especialista en temas migratorios e investigador de Diálogo Interamericano.
Se trata, además, de una cifra que supera los 161, 269 nicas que salieron en 2021, que también había marcado un récord en el éxodo nicaragüense.
Y es que desde 2018 Nicaragua se volvió un país de migrantes. Un informe de opinión pública regional de la firma Cid Gallup, publicada en febrero de este año, reveló que dos de cada cinco nicaragüenses migrarían si tuvieran la capacidad y condiciones para hacerlo.
El sondeo se realizó entre 1,200 nicaragüenses a través de llamadas telefónicas en enero para responder: “Si usted tuviera los recursos para hacerlo, ¿Cuán probable es que emigraría a otro país?”. La respuesta reveló que las intenciones de migrar siguen estables desde los últimos tres años: el 44% en 2021; el 45% en 2022 y el 44 por ciento en 2023.
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