Eran casi las tres de la madrugada cuando Marta Cáliz, escuchó ruidos en el patio de su casa. Se encontraba sola con su hija menor de 14 años, por lo que se quedó callada y “muerta” de miedo, ya que lo único que escuchaba era el sonido de un spray, de inmediato supo que le estaban manchando las paredes de su casa.
Cáliz comenta que en el año 2018, ella junto a su esposo Orczy Muñiz, participaron en marchas en contra del gobierno sandinista, acción que desde ese entonces, les provocó la separación familiar, puesto que su esposo fue el primero en salir del país debido a las constantes amenazas de encarcelamiento de parte de simpatizantes del gobierno.
“Esto fue hace como un mes y medio, esos vagos, porque esos es lo que son unos vagos, entraron al patio de mi casa, quitaron el cerco y mancharon la pared del patio, ellos pusieron que ya sabían dónde estaba mi esposo y que no iban a descansar hasta vernos presos, además en la parte del frente de la casa pusieron la palabra ´plomo´”, contó la afectada.
Derecho a protestar
La diriambina relató que en el instante, se llenó de mucho temor porque a su mente solo asoman los recuerdos de la quema de la familia del barrio Carlos Marx, de Managua, a quienes paramilitares quemaron en el año 2018, por lo que decidió denunciar públicamente el asedio y las amenazas.
“Yo sentía miedo porque estaba sola con mi hija. La verdad me sentía en un laberinto, pero un día decidimos que ya no podíamos estar en este lugar, ni en el país y tomamos la decisión de irnos. Prácticamente nos obligaron a huir como si fuéramos unos delincuentes, cosa que es todo lo contrario, porque nosotros solo hicimos lo que todos hicieron; unirnos al pueblo para sacar del país a Daniel Ortega”, dijo muy triste Cáliz.
En el exilio
El pasado 20 de febrero, la diriambina logró llegar a Estados Unidos junto a su hija, donde ya la esperaba su esposo, quien ha pedido asilo político en ese país, después de haber sido atacados y hostigados por simpatizantes sandinistas de su barrio.
“No es fácil dejar su país, sus cosas, su casa, porque a como están las leyes, pues lo más probable es que a uno le confisquen. Hay persecuciones, los hostigamientos siguen, igual las amenazas con esas pintas. Todo eso vivimos en carne propia, no hay nada de normalidad en Nicaragua”, dijo vía telefónica para este reporte.
En el departamento de Carazo, aun hay familias que están viviendo este tipo de violación a sus derechos y muchos están buscando la manera de salir del país en busca salvaguardar su vida y buscar otras oportunidades. Ahora el temor es también perder las propiedades que se vieron obligados a abandonar, pero que les costaron años de trabajo.
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