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El retorno de Daniel Ortega al poder y el comienzo de los votos robados



Marvin Alemán cumplió 16 años el 22 de julio de 2021. Ese año votaría por primera vez en unas elecciones generales. Seis años antes, en 2016, acompañó a su abuela a votar y volvió entusiasmado con la idea. No contaba, como nadie en el país, con el estallido social del 2018, menos con la forma en que el régimen de Daniel Ortega “manosea” el sistema electoral en Nicaragua. 


Alemán no ha podido votar. “Nos roban el voto”, argumenta. Desde el regreso del Frente Sandinista al poder en 2007, el país solo ha tenido elecciones “truqueadas”, reformas electoreras, inhibiciones y lo peor ocurrió en noviembre de hace dos años previo a las últimas elecciones generales: secuestro y cárcel a candidatos de la oposición real. 

Daniel Ortega, ha sido el único candidato que ha tenido el Frente Sandinista   desde 1984 que fue a sus primeras elecciones cuando pasó de ser una organización militar a  un partido político. Y cuando Alemán ya estaba apto para votar hace dos años, Ortega era el único candidato de los comicios, llegó a las urnas sin competencia porque él mismo, ordenó arrestar a todo aquel competidor y anular toda organización política que no le favorecía. 


“Nicaragua es el país del voto robado”, dice este joven que éste diciembre, hace maletas para irse del país porque asegura, no ve futuro para ningún jóven. “Hace un par de años, estaba de moda irse, ahora es la única opción, no hay oportunidades de estudio, ni de trabajo”, se lamenta. 

  

“De libertador a secuestrador”          

       

El Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, encabezó una lucha armada que liberó al país de una dictadura familiar que cumplía casi 40 años. Los nicaragüenses los echaron del poder en 1990 cuando colapsaron la economía del país, destruyeron sus riquezas y lo dividieron en una guerra inútil con miles de muertos que para nada sirvió. Daniel Ortega gobernaba al país, elegido presidente en 1984. 

   



 

Pero en 2007 retornó al poder, tras sacarle ventaja a sus opositores en las elecciones generales de 2006, tras un pacto político con el mandatario saliente Arnoldo Alemán y que significó el comienzo de una demolición de la institucionalidad del país. Alemán y Ortega se repartieron los poderes del Estado y desde entonces, las decisiones institucionales comenzaron a ser tomadas según los intereses de los caudillos. Con el poder en sus manos, Ortego anuló a su socio liberal y se quedó con todo “el botín”. 


Desde entonces cada proceso electoral que se realiza en el país está siempre marcado por irregularidades, denuncias de fraudes, que incluyen acusaciones de manipulación de resultados y violaciones frecuentes a la ley electoral. Los resultados faltos de imparcialidad y transparencia, comenzaron a preocupar a organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos, OEA,  Estados Unidos y el bloque de países que forman la Unión Europea, UE. 


Eso no solamente ha significado el debilitamiento de la democracia en Nicaragua, sino, para la inmensa mayoría de los ciudadanos un ejercicio sin la mínima posibilidad de elegir para un cambio. En el país, se han realizado desde 1990 al menos 15 elecciones, de las cuales siete son elecciones presidenciales y ocho municipales, además de elecciones regionales llevadas a cabo en la costa Caribe del país. 

  

Votaciones, no elecciones 


Jairo es un exmiembro del extinto partido Ciudadanos por la Libertad (CxL). Tiene 53 años y gran parte de su vida ha simpatizado con las organizaciones liberales que se han destacado en el país. Alejado ahora de la política por la represión feroz contra los opositores, dice que los comicios recientes no son confiables. “Hay un desencanto total”, dice quien alguna vez fue fiscal de mesa de votación. 

    

“Una cosa es que te cuenten y otra es que lo mirés, yo vi cómo se robaban los votos descaradamente. El Frente Sandinista  nunca ha ganado una elección sino es robándose los votos”, acusa. 


José Peraza, un politólogo y promotor de reformas electorales, afirma que “el sistema electoral de Nicaragua colapsó en el 2011 y que desde los comicios municipales del 2008 ya mostraba “los primeros malos síntomas”. “Lo que pasó ese año fue una alerta importante porque hubo un fraude electoral”, aseguró. 


“Pero —agregó– las elecciones presidenciales del 2011 marcaron una inflexión explicando que el deterioro del sistema electoral había venido desde el 2000 con la bipartidización y se fue profundizando hasta el 2006. Las serias deficiencias se evidenciaron en 2008 y ya fue un colapso en el 2011”, explicó.  

Para este experto, los resultados cuestionados de las elecciones presidenciales de 2016 y 2021, ya son una consecuencia de lo dañado que se encuentra el sistema electoral del país. “El sistémico debió cambiar, pero más bien empeoró”, señaló Peraza. 

       

“La gente vota abstención”

 

Carmen es una universitaria de 26 años.  Ha votado en tres elecciones, dos municipales; 2012 y 2017; y en una presidencial de 2016 en la cual participaron seis partidos políticos, sin observadores y un Consejo Supremo Electoral (CSE) parcializado en la cual era previsible que Daniel Ortega obtuviera un tercer mandato consecutivo. 

En las votaciones presidenciales de 2021, Carmen no salió a ejercer su derecho al voto, argumentando su rechazo a las acciones represivas contra los jóvenes y voces disidentes en el país desde el 2018. “¿Para qué iba a ir votar si ya sabíamos cuáles eran los resultados?”, se preguntó.  “Sería torpe creer que respetarían el voto, vivimos en dictadura”, agregó en tono molesto al indicar que ya no tiene importancia, ni consecuencia votar o no votar en Nicaragua con el sistema tal y como está.      


De acuerdo a Peraza, la abstención en elecciones es una clara expresión de que la  ciudadanía no tiene confianza en el sistema electoral. La organización Urnas Abiertas, situó la abstención en las últimas elecciones generales en un 81.5%, aún así, Ortega ejerce un cuarto mandato al que llegó con siete aspirantes presidenciales en sus cárceles. 

Reacciones como la de Carmen, es similar a la de otro ciudadano que pide hablar también con identidad reservada. “A mi me tocó votar en el colegio Benjamín Zeledón y no voté por ninguno de los partidos”, señala. “Yo escribí en la boleta: ´viva Nicaragua libre´. De todas maneras esas elecciones eran una farsa”, dijo por su lado otro ciudadano al que pide que lo llamen Humberto.


De acuerdo a datos del CSE, ese noviembre de 2021 hubo un total de votos de 2,916,505, de los cuales el FSLN se atribuyó 2,033,231. Para esta elección estaban registrados un total de 4,478,334 votantes. El abstencionismo en esos comicios es considerado por los opositores como histórico. “La gente votó abstencionismo”, señala un político opositor que aún se encuentra en el país. 

  

País no tiene partidos políticos 


Peraza quien también fue apresado, enjuiciado y desterrado del país, por sus análisis dice que el sistema electoral nicaragüense fracasó. “Es que ya colapsó, Nicaragua no tiene partidos políticos, eso que hay ahí en la Asamblea Nacional no son partidos políticos. Son los que en la jerga de la ciencia política conocemos como ´partidos satélites´, partidos que no tienen ninguna capacidad para ascender al poder, lo único que hacen es tratar de darle alguna legitimidad al juego político que hace mucho tiempo lo perdieron”, manifestó el politólogo nicaragüense. 





El Partido Liberal Constitucionalista, PLC, el Frente Sandinista, FSLN, la Alianza Liberal Nicaragüense, ALN, Camino Cristiano, CCN, Alianza por la República, Apre, y el Partido Liberal Independiente, PLI funcionan como una especie de gran alianza con un solo ganador: Daniel Ortega.    


Sus participaciones en los comicios que organiza el régimen es siempre sin condiciones, ni garantías, en un contexto de graves violaciones de derechos humanos, encarcelamiento de líderes y candidatos opositores, represión de los partidos políticos independientes, persecución sistemática a los líderes y organizaciones de la sociedad civil, ausencia de observadores internacionales y bloqueo a los medios de comunicación. 


“Esos partidos nunca han sido demócratas y, por tanto, no han traicionado nada, porque nunca han aportado nada. La ciudadanía no tiene ninguna posibilidad de ejercer el voto desde el 2016. La única posibilidad la tuvo en el 2011, la tuvo con dificultad porque los resultados fueron alterados de manera flagrante”, enfatizó Peraza.  

En la última elección en la cual se reeligió Daniel Ortega por cuarto mandato consecutivo, participaron solo seis partidos políticos de nueve que participarían, ya que el régimen canceló antes de las elecciones la personalidad jurídica a los partidos opositores CxL, el PRD y PC. Posteriormente, el partido Camino Cristiano (CCN) fue despojada de su personalidad jurídica tras cuestionar los resultados electorales.   


Yo no veo que los jóvenes rechacen las elecciones, todo lo contrario, rechazan ese sistema que no da la oportunidad de hacer un cambio porque el que vaya en esas condiciones, las que hay en este momento, lo que va hacer es justificar y a validar un proceso electoral que no tiene ninguna garantía, ni legitimidad”, explicó el politólogo.


Asimismo, acentúa que “cualquier proceso electoral para transitar a la democracia, una transición de la dictadura a la democracia, requiere de una total transformación de ese Consejo Supremo Electoral y de la participación de la oposición en la definición de las reglas para entrar a un proceso electoral serio.  No hay otra forma”, asegura.


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