La deserción escolar es un problema crítico que afecta a las comunidades indígenas de Nicaragua, particularmente en regiones como la Costa Caribe y la Muskitia. Este fenómeno está profundamente vinculado a factores estructurales, culturales y económicos que limitan el acceso a una educación de calidad y pertinente para estas poblaciones.
Uno de las principales razones de la deserción escolar en estas comunidades es la falta de infraestructura adecuada. Muchas escuelas carecen de recursos básicos como agua potable, electricidad y materiales didácticos.
"Hay colegios en mal estado, profesores que faltan mucho a las clases, un nivel de educación donde los maestros si o si te tienen que aprobar sin importar si careces de comprensión o analítica en las materias, entonces eso hace muchísimo daño al proceso de aprendizaje, porque al final es una educación simulada", explica un comunitario nicaragüense.
Según un informe del Ministerio de Educación de Nicaragua (2021), en regiones como la Costa Caribe, solo el 50% de las comunidades indígenas cuenta con acceso a instituciones educativas en su propio territorio, lo que obliga a los estudiantes a recorrer largas distancias, desalentando su asistencia regular.
Educación bajo enfoque mestizo
Otro factor determinante es la poca pertinencia cultural y lingüística de los programas educativos. A pesar de los esfuerzos por implementar un modelo de educación intercultural bilingüe, su aplicación sigue siendo limitada. Los materiales educativos suelen estar diseñados en español y no en las lenguas maternas de las comunidades, como el miskitu, el mayangna o el garífuna, lo que genera barreras de aprendizaje significativas.
"El sistema educativo nicaragüense forma desde una visión mestiza para ser empleado de empresas privadas o del Estado, es decir, no te forman para fortalecer la autonomía comunitaria. No te forman para que desarrollemos una economía más propia desde la visión indígena", expone el dirigente.
La pobreza estructural en estas comunidades también contribuye significativamente a la deserción escolar. Muchas familias indígenas dependen de actividades de subsistencia, como la pesca y la agricultura, y los niños suelen verse obligados a abandonar la escuela para migrar junto a su núcleo.
"Después del huracán Felix (2007) y los huracanes Eta e Iota (2020) ha habido una migración muy fuerte de gente que vive a orillas del mar y han perdido sus medios de vida debido a que los huracanes destruyeron los bancos de pesca y en muchos casos no cubren los gastos de la faena", comenta.
Para abordar este problema, los comunitarios plantean que es fundamental implementar políticas educativas inclusivas que fortalezcan la educación intercultural bilingüe y garanticen recursos adecuados para las escuelas en comunidades indígenas. Asimismo plantean una mayor inversión en programas sociales que alivien la pobreza y promuevan la permanencia escolar.
"Solo mediante un enfoque integral se podrá combatir la deserción escolar y garantizar que los niños y niñas indígenas tengan acceso a una educación que respete su identidad cultural y contribuya al desarrollo sostenible de sus comunidades", plantea.
Violencia e inseguridad generada por colonos
Un aspecto que también ha tomado relevancia en las comunidades del Caribe nicaragüense es la invasión de colonos en zonas indígenas que ha provocado violencia e inseguridad para los menores de edad.
Los constantes conflictos territoriales entre los colonos y los pueblos indígenas, como los miskitu y mayangna, han llevado a desplazamientos forzados que interrumpen el acceso a la educación.
"Muchas familias se ven obligadas a abandonar sus comunidades en busca de refugio en áreas más seguras, lo que dificulta que los menores puedan matricularse en nuevas escuelas o continuar sus estudios. Además, la violencia asociada a estas invasiones crea un ambiente de inseguridad que desanima tanto a los padres como a los estudiantes a asistir a clases, ya que las rutas hacia las escuelas suelen ser peligrosas o implican cruzar territorios disputados", refiere el líder comunitario.
La falta de intervención estatal efectiva para garantizar la seguridad y el derecho a la educación en estas comunidades es otro elemento que agrava la situación. Las escuelas ubicadas en áreas afectadas por las invasiones de colonos frecuentemente carecen de condiciones adecuadas, ya que los docentes enfrentan el riesgo de trabajar en zonas peligrosas y muchas instituciones educativas terminan cerrando por falta de personal o infraestructura dañada.
Según informes de organizaciones locales, este ciclo de violencia, desplazamiento y pobreza perpetúa la exclusión educativa y amenaza el desarrollo de los menores en una de las regiones más vulnerables del país.
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